I
Triste, débil y viejo
y sin dinero.
Nunca aprendió a ser libre
ni a tener dueño.
II
Aquel triste y sucio y pobre pordiosero
consiguió ser libre del vil capital,
y ahora pide loco a mano tendida
aquellos grilletes y aquella maldad.
III
La tierra de la que vengo
es erial de surcos secos,
y en su canto sólo hay ecos
de su pasado abolengo.
La tierra a la que yo quiero
se desgrana. Ya no sabe
hacia adonde girar suave
su mirada el girasol.
Y su pueblo, pordiosero,
es árbol seco arrancado
que se pudre, y que olvidado
espera a la muerte al sol.
Felipe Santa-Cruz Martínez-Alcalá